Escribo y escucho las voces
de los poetas desaparecidos
en las noches de vagabundeo,
con lunas que apagaron los pasos
generados por las sombras,
murmullo, inconformidad,
tono de aspavientos,
de cicatrices, de aventuras.
Aguzo el oído,
me escurro en aguas
donde no navega la tibieza,
en los desvelos que trazan
los prisioneros que temen
escribir sus poesías
en noches de niebla,
y ser oídos.
Escucho,
me dictan,
escribo.