NAUFRAGIO
Digo y dudo a veces:
¡No existen los naufragios!
Nunca existieron.
Me desvela la idea, pensar
que tu sexo sea una cárcel de rosas,
yo en ella…
Los barcos no conocen esta realidad,
nacen temiendo al naufragio.
Flagelados por la creencia,
acarician al mar,
elevan plegarias a las olas,
batallan con las astucias de la tempestad…
¿De la tempestad?
“Si”—Como yo —
Aunque curiosamente,
no he vivido nunca en el agua…
Anton C. Faya