Te contemplo, vida mía,
en el altar de mi pecho
entre perenne silencio
y una gran melancolía;
te llevaste mi alegría,
te volviste un recuerdo,
y aunque te encuentres tan lejos
me sigues dando armonía;
eres una viva pasión
que aparece entre mis sueños,
una divina ilusión
transformada en un anhelo
que le da a mi corazón
dulce Edén y triste infierno...