Si la incitante voz del húmedo sueño
enciende velas en tus cincuenta sombras,
acércate a su fuego
y suspira en las aguas de su río voraz
mientras lo nombras.
Si la seductora mirada de la luna
enciende tu cuerpo
para buscar sus íntimos secretos,
tiende tus prendas a la furia del ciclón
dando vueltas en un laberinto
de deseos inquietos.
Si la rosa en la noche despliega sus pétalos
para jugar al amor,
lánzate a su boca abierta
dándole a probar a tu lengua su rico sabor.
Si en la ciega noche las estrellas en el cielo
se ponen en posición,
estremécete en los montes prisioneros
del eco de tu imaginación.
Si el viento gime en las profundas ruinas,
las lumbres del ocaso torturan tu carne
ensayando ardientes caricias.
Si el barco velero cargado de locuras
cruza la bahía del mar violento y tierno,
deslicémonos despacio
por encima de las sábanas de sus olas
como dos gaviotas en invierno.
Si a rogar piedad a los truenos de la salvaje tormenta
de nuestro lecho debemos atrevernos,
seamos dos vampiros
entregados a la danza del rayo
con sed de pecados eternos.
Si nuestras oscuras intenciones se rinden
ante el temblor de este verso perverso,
cierra los ojos,
ya hemos logrado el mayor sentir del universo.