Aunque no lo creas…,
-Amores que superan la muerte:
Amor que trascienden la vida.
-Amores que no saben rendirse:
Amor, sigues aquí tras tu partida
Aunque no lo veas…,
Hay un poeta que bucea en tus poemas, aprendiz curioso que encuentra la belleza en tus palabras y se alimenta en la profundidad del mar de tu alma.
Se sumerge en tus aguas y, como pez sin escamas, respira con las burbujas de tus versos. Se deja llevar por las olas de tus suspiros y en ellos, renace la musa.
Aunque lo dudaras…,
De tus bellas palabras, la inspiración me nace, -aromas de rosa que me perfuma con sus aromas-, tomo de lo tuyo y me digo: es cuánto me falta.
En la fragilidad de un corazón en soledad, que fácil es dejarse llevar por un sueño: En las orillas del mar de tus poemas miran al futuro y, corazón y sueño, se echan a navegar por los perfiles de tu boca.
Aunque no lo sepas…,
Hay un amor que espera paciente…,
-que no sabe de muerte.
El mismo amor que supera avatares
en las carencias no sabe rendirse
-y, de saber, solo sabe entregarse
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¿Qué es esa brisa que me trae recuerdos de suspiros que bañaron mis labios, hoy resecos y cerrados y en ese ayer cercano, estaban abiertos en los suyos?
Será que ese beso, que quedó colgado en el dintel de su puerta, aún suspira y al suspirar la llama, y ella, tal vez sin saber, abre las cortinas de sus palabras y deja pasar la esperanza. Es entonces que el beso se descuelga del dintel de la puerta y se enreda en los vuelos de sus poemas.
Y, en la entrega, paciente y calmada, dos que saben que sus almas sólo pueden ser salvadas por amor, dan cuanto tiene y de pedir, solo piden una mirada, una encandila, enamorada. Una, cual destellos de luz y calor, que alimente latiendo el corazón y encendida el fuego de la pasión.
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Las cavilaciones del poeta sentado frente al mar en el banco aquel del ayer, son como gaviotas que revolotean por los acantilados. Por su cara una humedad salada resbala hasta su boca y se pregunta: son las olas las que mojan mis labios, son mis ojos que no parpadean por si acaso apareciera, o serán las nubes grises y espesas aliadas de mi tristeza.
Su corazón llora en silencio, pero no hay silencio, las olas son como lamentos del mar que lo mira. La sal en sus labios, la razón de un corazón abatido. Las nubes grises, presagio de oscuridad y el viento que azota su alma, el desconsuelo del marinero que presiente que el horizonte, solo es un sueño inalcanzable.
Un velo de seda espera la brisa para dar paso a un nuevo día, una nueva era donde retomar la calma. En el banco del ayer, a la sombra de la higuera, dos almas se abrazan temerosas de las distancias y un poeta las mira con sus ojos empañados de niebla; melancolía de un ayer que no ha de volver. La transparencia de dos esencias le deja ver vestigios del ayer.
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Y, en la entrega,
-paciente y calmada-
los que saben que sus almas
serán salvadas por amor,
dan cuanto tienen y de pedir, solo piden una mirada, una encandila, enamorada, una, cual ráfaga de luz y calor para mantener latiendo el corazón.
Y, en la espera,
-estancia sin puertas-
dos que se miran.
La ausencia se aleja
dando paso al calor,
se acarician sin voz y sin pedir, reciben la luz y, el amor, cual velo de seda que mueve la brisa, es la cortina transparente de la puerta de la ilusión.
Amor, alárgame tu sombra
que si te alejas
me quedo sin figura
y nada se me refleja.
Como por encanto,
…, salió el sol,
Ella, que abrió sus ojos
y todo se alumbró.
El fuego volvió
…, y nos abrazó,
rompimos los precintos y dejamos que salieran en desbandadas nuestros instintos. Yo, me dejé llevar y juntos…, ardimos seducidos. Hoy soy rescoldo de un pasado que sigue alumbrando mis pensamientos.
..., un poeta que se resiste a morir de silencio. Hoy sigo bebiendo la esencia de los versos de sus labios en el poema de su cuerpo.
Bienaventurado los que hallan en un sueño el motivo para seguir despierto.