No es necesario mover un dedo
para dejarlos en evidencia,
ni tan siquiera precisarás
pedirles que hablen con tu abogado
cuando traten de reclamarte
una explicación por sustentar
tus sueños con unos tirantes
estampados de flores.
En el transcurso del invierno,
justificándose con la pelusa
de su ombligo,
bien pueden pasar por sucedáneos
de abejas de peluche,
pero a la llegada de la primavera
huirán de los gladiolos
como alma que lleva el diablo.
Moléstate en regalarles
un ramo de rosas
y se verán delatados por el sonrojo
de sus ojos y su pimiento nasal,
aunque quieran hacerte creer
que la emoción les supera
sonándose en un pañuelo
de usar y tirar.
Sorpréndelos pisoteando
margaritas y alegarán
motivos de salud,
pero aquí el único móvil
del crimen es el odio:
su combustible, su motor
y su superficie de agarre.