No te quiero casta
no te quiero pura
adoro la esencia
de tu alma desnuda.
No pretendo seas
niña que comulga
o seas etérea
lo mismo que bruma,
ni monja o beata
con mirada adusta,
no quiero que seas
tenue como espumas
ni te quiero santa
con facciones mustias.
Nunca te imagino
viviendo en burbujas
igual que la virgen
de una iglesia oscura
con boca marchita
y sonrisa turbia.
No quiero que seas
mujer impoluta
vestida de blanco
y llena de dudas
esquivando siempre
del placer sus lluvias.
Jamás pensaría
vivir mi locura
de amarte con ansias
con fiebre que arrulla
del alma el anhelo
con excelsa música,
si tu no llevaras
de pasión la túnica.
Por eso venero
tus bellezas púbicas
tus besos de fuego
con tus labios púrpura;
la mujer que ríe
sin reglas absurdas,
la mujer que canta
y nada la asusta,
la mujer que vive,
la mujer que exulta
del lecho mullido
noches de lujuria
aunque todos digan
que eres prostituta.
No eres margarita
ni eres alba luna
ni eres del pecado
febriles volutas.
Tu eres esa lumbre
que el alma fecunda
de ensueños prohibidos
por leyes vetustas
que impiden al hombre
sentir la ternura
que boyante fluye
sin ley ni ataduras
dejando su aroma
de rojas petunias.
Autor: Aníbal Rodríguez.