Observar, valorar, aceptar.
Es sorprendente observar,
después de abrir esa puerta,
cuánto tiempo he relegado
de aprender y disfrutar.
De intuir, en realidad,
que no todo es como pienso,
y perder en el proceso
la luz de otras palabras,
que por descalificarlas
de plano y sin escuchar,
ahora debo rescatar
para poder observar
su valor incalculable,
las que, desde el corazón,
me las fueron regalando,
y en mi espíritu cerrado
no tuvieron gran cabida,
obviando su compañía
más allá de la razón.
Quién creía que era yo
al despreciar de tal modo
la intención de, codo a codo
transitar por esta vida?
Cuando tuve, en la partida,
sin poderlo distinguir,
el amor que a su manera
me dieron sin más pedir,
algo me hizo sentir
que no me lo merecía
y a lo largo de la vida
mil corazas adquirí.
Transitando, todo el tiempo,
como ciega y a los tumbos
un camino pedregoso,
el que debía seguir.
Mas una brasa escondida
muy adentro, en mi interior,
me impulsaba a ser rebelde,
buscar siempre lo mejor.
Y fue pasando la vida
y arrastré a algunos conmigo,
tratando de dar abrigo
y mi amor como podía.
Y dándome cuenta un día
que lo debido no es tal,
y aunque no hay que descartar
todo lo que se ha aprendido,
poner alma y elegirlo
nos da más felicidad.
Después de mucho escarbar,
y buscando algo mejor,
es que empecé a vislumbrar
esa luz en mi interior,
que comenzó a iluminar
ese camino soñado,
que ahora sí, se va poblando
de flores al caminar.
Cada vez se hace más ancho
y hace posible aceptar
a todo aquél que me mire
y me quiera acompañar.
Así, andando de la mano,
van cayendo las corazas
de a poco, con mucho esfuerzo,
y nos permite acercarnos.
Cada quien irá buscando
su lugar con libertad,
y con mucha honestidad
y un gran corazón abierto,
aceptar a los demás
y su amplia diversidad,
dejándose acompañar
para observar sabiamente
que somos todos iguales,
y desde nuestros lugares
todos podemos sumar.
Miriam Venezia
23/08/2021