Es posible quizás que me quisiera,
como quieren las almas generosas
con sus luces flamantes y grandiosas;
y su amor, por mis dudas lo ignoré.
Hoy que quiero sentir aquí en mi pecho,
sus caricias tan suaves y gloriosas
que poseen lo terso de las rosas;
me imagino que nunca las tendré.
¿Debo ahora tener que resignarme,
y olvidar el fulgor de su pupila
que por necio dejé de contemplar?
¡Más por eso quisiera arrodillarme
al amparo de su alma tan tranquila,
que mis dudas las pueda perdonar!
Autor: Aníbal Rodríguez