Siento tristeza cuando flotan en el aire
frases premeditadas que enrarecen la atmósfera,
como las flechas, directas al corazón
de la divina y difícil convivencia.
Me hiere la irracionalidad de unos pocos,
aquellos que prometen el cielo,
pero todavía me duele más,
la idolatría de los que adoran al becerro de oro.
Miles de incrédulos, egoístas y sectarios
regalan su confianza a la mediocridad
para que les devuelvan genialidades,
¡¡Que contradicción, que inutilidad¡¡
Solo defienden sus demandas subjetivas,
creando un mundo de malos y buenos,
un mundo virtual, a su medida,
una realidad holográfica irreal.
José Antonio Artés