Observábamos la luna
al solsticio de un verano,
que se esfuma
ya olvidado.
Los susurros de la música
seducían a los astros
con las dudas
de tus labios.
Y la noche se hizo lluvia
envolviendo nuestro llanto
con la espuma
del nublado.
Y te vi, bella y desnuda,
con tus ojos sollozando
amarguras
y reparos.
-‘Yo te quiero’. -‘¿Me lo juras?’,
murmuré casi temblando
con la angustia
de la mano.
-‘Que me lleven a la tumba
si lo dicho es algo falso,
si mi súplica
tiene engaños’.
A la tumba más profunda,
al sepulcro la llevaron
con la bruma
de este páramo.
Qué mentira tan absurda
del amor imaginario
de la musa
del ocaso.