Nunca el digno mintió,
y la razón rampante
del sostén de la verdad
la gerenció un ignorante.
Nunca jamás robó,
pero el astuto ladrón
todo a su mano usurpó
firmando el escalafón.
Nunca a nadie mató,
pero al vivo sagaz
listo truhan y galán,
gran Vida en solaz.
Cimiento poroso del necio
con torpe y aleve encarnadura
sin dominar del circo el trapecio,
vítores por su alta investidura.
¿Cuál es la silvestre razón
de tantos oscuros desvaríos
que la santa Virtud claudicó
entre los pillos de los bríos?
Al Nomenclátor lo restregan
agenda y nómina de falsías
que día tras día las riegan
aguileñas brujas harpías.
Es el Principio de Peter:
adúltera y falaz la consigna
apócrifo burócrata menester,
vil jerarca que mal designa.
Ya vendrán nuevos mesías
sin tribulaciones de perdones
para condenar hartas tropelías,
beatífica libertad por los peones.