La atmósfera tiene hambre de almas mundanas,
de vagas decisiones que se convierten en casualidades.
La energía colorada que nace de la barra del bar
donde a los dragones les gusta espiar, espiarnos.
La energía del cuerpo animal,
el animal que nos enseña a ser humano
y el humano intuyente de energía
se ciega ante la luz
y la verdad.
El pasado inexistente
y el futuro impredescible
que no descifra los centímetros
que evito ante tu saludo,
pues te quiero tocar.
La cerveza se agota
y gota a gota
siempre es ahora.
El espiral del encuentro de mañana
que para después
será pasado
y hablando de verdades,
no quiero que tú pases...
la coincidencia o la casualidad
de decidir
si quedarse en el bar
o irse.
¿Cuánto es trece más este momento?
Una charla incómoda.
Diez personas presentes,
gozando de un grupo de amigos
que tejió una banda.
Ahora beso tu cuello
y hueles a jazz.
El tiempo baila con la sirena de las patrullas
y el rojo domina tu ojo derecho que casi no ve.
¿Cuánto es trece más este momento?
Una canción que no fue tocada.
Nos convertimos en la vibración del ciego,
con su brusca necesidad
de saber qué sucede
afuera
o adentro
muy adentro de nosotros dos.
¿Cuánto es trece más este momento?
Una garganta nerviosa.
El rojo del ojo que no ve.
El sueño del ciego.
Dedos en el cuello.
Signos de fuego.
¿Cuánto es trece más este momento?
Un cuerpo en duda
excitado
tras la decisión
de quedarse
o irse del bar.
Y beso tu cuello
y hueles a jazz.