Todo un mundo allí afuera, esperando por mí.
Todo un mundo aquí dentro, que me impide salir.
Libros, música, teclados, pantallas; paredes y flores,
Allí afuera todo en colores, se dispone a recibirme.
¿Qué angustias cortaron mis alas?
Tenerlo todo y sentir que todo es nada,
la impaciencia por la revelación negada,
me retuerce el pecho, despiadada.
Las manos frías del invierno; congeladas,
temblorosas intentan esculpir palabras,
ponerle cuerpo a los pensamientos
que fluyen a torrentes invadiendo mi calma.
Todos los pendientes, se expresan al unísono,
tantas tareas postergadas, tantos proyectos;
los que alguna vez fueron probables,
pero hoy no tienen sabor a mañana.
Incesantes giran las agujas de reloj,
mientras el polvo va cubriendo mi alma,
se va apagando el fuego interior
y el guerrero pide a gritos una cama.
Retumban los nombres del pasado,
los siento como bravas campanadas
que me llaman a destino; me reclaman
ser quien les prometí, cuando les sostuve la cara.
Me incitan a asumirme, a recorrer el camino
dejar de lado el miedo, el que forja al cobarde
que el alarde se pronuncie en acciones
aun cuando el fracaso sea, la primera de las opciones.
Ansiedad violenta que me oprime,
correr por correr no hace al objetivo,
se siente imposible lo exigido,
pero el cuerpo pide ser vivido.
Ansiedad mensajera, eres la voz mi espíritu.