Cuando se expande el aroma de café,
mi olfato activa las neuronas,
y vienen a mí, ciertos clichés.
Huelo a mi abuela en la pequeña cocina,
moliendo en el molinillo la achicoria.
Huelo largas jornadas de estudio,
en la soledad, con mi memoria,
Huelo el inicio rutinario de cada día,
la ducha, la oficina, y el coche.
Huelo una reunión con los amigos,
donde alguna vez, hice el fantoche.
Huelo la textura de un libro,
que entre mis manos permanece.
Huelo el ajetreo de la gente,
que, a través del cristal, aparece.
Huelo tu primera mirada, los dos enfrente,
que amor iluminaba, como el alba.
Huelo a la rosa que me mira desde el patio,
qué me atrae, hacia su color malva.
Pero no encuentro ese café, capaz
de emitir aroma, con infinito derroche.
Huelo, y sigo oliendo el aroma de café.
José Antonio Artés