¡Regalando miradas y con sus tiernos encantos!
Así llegó a mí, inundado de algarabía y nobleza.
Solicitando regalos, pagaderos en fe y sonrisas.
Vino este Perseo en un lindo día de primavera,
provisto de decisión, bienestar y voluntad llegó.
Zafarse pudo las Ninfas, para llegar a mi vera.
Estaba acostumbrado a las luchas con titanes.
Hizo honor a su linaje reverenciado la entrega
y la misión que le encomendaron otros Dioses.
¡El reconoció su destino aunque no lo sabía!
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Lo vi misterioso, tímido, obsequioso e ingenuo.
Vino a sembrarme alegría y llevarse como
premio, muchas de mis dudas y añejas tristezas.
Con su cargamento celeste fue alivianando
mis penas y llenando mi corazón de alegría.
¡Eso, no lo sabía, pero, sería conmigo su misión!
***
Desde ese día, todos los días yo lo esperé…
Para que, animara mis tardías sonrisas y me
dejara en garantía, sus bendiciones y sus ternuras.
Justo, cómo se dejan los presentes divinos que te
remozan la vida y te animan las esperanzas.
¡Venía guiado por su magia y mi destino,
pero, todo ese misterio ni yo misma lo conocía!
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A cada solicitud, mi alegría se fue expandiendo,
salieron de su timidez todos los consejos sabios.
Esos que nos impiden soñar con las cosas sencillas.
Esas que otorgan felicidad y placidez a las adustas
existencias que mueren, como se moría la mía.
¡A llenarme de risas venía y ni el mismo lo sabía!
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¡Cuando te llegue un regalo apersonado del cielo,
abre la puerta y atesóralo que, puede ser tu consuelo!