Esteban Mario Couceyro

Perdón.

El automóvil, pasa raudo por el serpenteante camino de montaña, adentro el conductor hilvana pensamientos en el filo del pasado y el futuro, preguntándose por qué una vez más..., pensando en culpas y perdones.

-Debo llegar en una hora, otra vez a comenzar en una nueva etapa, en blanco sin errores, nuevos amores, otro trabajo.-

Todo ha quedado desdibujado como esas historias que se reinventan con un nuevo actor y el mismo autor. Esta vez no habrá equívocos, todo será perfecto.

-Quizá deba pedir perdón-

Perdones como coartadas, anunciando curvas cerradas en este camino que decimos vivir.



-La señal..., indica un giro cerrado hacia la derecha..., estoy pensando si obedezco una vez más y sigo hacia donde sea que lleve este camino.-



-El contraluz, me impide ver el desenlace del camino y las señales son solo rombos en un palo, como esas paletas de caramelo en los tiempos de niñez.-

-Qué habré hecho en esos años, para que merezca ser perdonado..., quizá la irrealidad fantástica que hacia de mis primeros tiempos, un aprendizaje de las vivencias futuras. Debería pedir perdón por el amor, ese primer descubrimiento en brazos de una niña. -

La curva, se cierra y no la continúo perdiendo el camino en un golpe que me eleva en un cielo de pequeñas nubes.

-Pedir perdón..., seria una reiteración de todos los fracasos y no hay tiempo ya - , en este tiempo que parece detenerse en un instante, hasta que el cielo recupera el horizonte, mientras el motor ruge al infinito y me pregunto, cuál sería el perdón necesario.

-La insatisfacción de quienes he amado, o de quienes hube prometido un resultado. -

Giro en ese espacio, entre el cielo y un oscuro valle, preguntándome sobre el perdón.

Casi sin sentido, comprendo que el perdón es mío, dolorosamente mío.



. No hay mas registro del suceso



Pienso en el perdón..., quizá un reconocimiento tardío de nuestra posibilidad de ser eso que llamamos Dios, para quién el perdón precede necesariamente a la vida, hasta en la mismísima muerte.

I