No hay receta cierta que componga al pastel de la locura, no se compra el desquicio ni se recibe a manos abiertas. Tampoco se encuentra la locura por azar o por casualidad que pueda recogerse como una tuerca o una piedra tirada en el camino.
Es más bien un menjunje kármico de las experiencias atolondradas, de exponer al límite a los sentidos a mal-vivires extáticos. Es la perversión de escribir mal tu vida, sin propósito digno.
Si la locura tuviera una lista de ingredientes podría perseguirse, pero lo que hace a algunos perder la cabeza para otros es la recuperación de el equilibrio.
Entonces, el pastel de la mi locura es irresumible, inrecetable, mal escrito y pérfido a la potencia y no se lo doy a nadie. Más bien pienso que la guía será disolver esa locura en mi cuerpo para hacer mover mis huesos de forma radiante cual entropía que ahora colma mis dedos de sangre y gravedad inquieta, mientras afuera hay un cielo tan inmergido en mis fosas nasales que me confunde.
RECETA PARA DISOLVER EL PASTEL DE LA LOCURA:
Añade grandes momentos de silencio,
Soledad será solvencia y especias de campo el aroma que derrita, ese manjar lleno de pelos...
Amasa compasión hasta disolver la envidia, golpea la mente a punta de trabajo duro y arduo para remover las migas de ansiedad que siguen sosteniendo ese biscocho...
Apaga la mente y hazte presente, hasta este momento, preséntate y júzgate a ti en la limitación creativa, date tus bordes y espacios. Dale cabida al fuego y a la lluvia, a la sal y a la bruma en el debido momento...
Fomenta a la noche a que sea tu adivina de quién serás mañana cuando todo ese dulce escurra bajo el mantel de los hambrientos...
Limpia tu foco y anda, rehuye de lo innecesario, de tanto adorno y estímulo en chispas y coberturas, pero entrégate sabores y a otros para disolver la locura...