Amé ver tus ojos marrones, el brillo que destella de ellos cuando miras, que me gritan en voz callada, su deseo de ser libre.
Y en mi mente creyendo que era mi reina, y le dí mis amores y mis poemas creyendo que me amaba, deseaba el amanecer para poder ver con ansias, su sonrisa al despertar, pensando que era feliz.
Vuela muy alto muy alto, ave triste prisionera, vuela y que seas libre, mi reina y compañera, el tiempo que me regaló, es corto cual primavera, que te recordaré por toda mi vida entera.
Amor dolido me nace, con el sentir de mi alma, regalarte un último verso de amor para mi amada, un beso de tus labios llevaré como recuerdo mío, y el aroma de tu piel como tatuaje de mi alma.
Vuela hasta las alturas, y mira a tu alrededor, puede ser que en lo alto encuentres algo mejor, que un simple iluso triste, que se las daba de poeta, del cual fuiste musa, su cielo y su planeta.
Vuela muy alto y si por asares del destino, si en algún feliz tiempo te reencuentras conmigo, regaláme una sonrisa, y un guiño de tus ojos, que nuevamente te daré mil versos para el camino.
El poeta del alma triste que sus letras escribe en prosas, en versos y sonetos, su vida acaba presurosa, que recordará siempre la musa de sus ojos, pues mi alma tiene en sus labios, morena bella de mis antojos.
Vuela y si algún día, decide volver al nido, estará tu poeta, con este recuerdo mío, con el amor de siempre, con su locura evidente, así será por siempre, su vida poeta herido...
Richard Soriano