Vivo dolorido por mis profundas heridas,
siento el deseo de volver a la claridad,
busco luz en el lucero en noches bienvenidas,
maltrecho, y cicatrizado por la justa edad.
No adivino ni donde, ni con quién estarás,
si de aquel cóctel romántico, quedará poso,
si a pesar de todo, todavía me amarás,
si quedará una gota de estímulo amoroso.
Pero fui yo solo quien otros rumbos tomó,
cegado por la locura, y la falsa aventura,
y poseída mi mente, el miedo me invadió,
huyendo de ti, a través de montes, y llanuras.
En las noches, escoltado por la soledad,
y el eco del amor que mi cuerpo doblegaba,
compungido y atormentado por la ansiedad;
mi pecho como un reloj de pared, palpitaba.
Mis tirantes manos agarradas a mi pecho,
como queriendo sanar mi triste corazón,
castigado por los miedos de siempre al acecho,
por ese amor que malgasté, y que nunca murió.
A otros amores mundanos mi cuerpo presté,
encarcelado en la melancolía y orgullo,
busqué todos los placeres que necesité,
aunque siempre , todos mis latidos fueron tuyos.
José Antonio Artés