Retornen al suelo,
huesos achacosos.
Mi vida como un riachuelo
se deslizo gozoso.
Vuelve a tierra; al polvo,
osamenta mía; pesada,
mi cuerpo libre y disoluto;
casi se perdió de nada.
Hoy marchito y arrugado
me pasa tu infraestructura.
Cargo a la vez pecado,
en la armazón, de mi alma fracturada;
Volveré a tierra tirado,
con Dios;
pero ya con mis huesos en calma. Fin.
Lic. Isaías González Arroyo