Ven aquí…¡Y dime!
-“¿Por qué nunca me lo dijiste?”
El largo silencio aun espinas exprime
Y el grisáceo corazón sistolea muy triste.
Me amabas chiquilina…igual yo también
Cuando mi juvenil tiempo era tu tiempo
Que ambos luego se congelaron por doquier
Diluyendo por siempre al árido ritmo del tempo.
Ayer en tu fiesta tras décadas te hallé otra vez
Gastados, cansados los dos, en el alma y la piel
Calendario y llave de ambos, la verdad en la tez:
-“No nos enseñaron a cortar el cordel”.
Mía sin duda la culpa suprema y mayor
Acoso en esa tímida fragilidad de nimio coraje
Por no persuadir al convicto y maduro valor.
En ya sufrida memoria, nuestro marchito rodaje.