Me senté a la mesa
para saborear los viajes
que me llevaron lejos de aquí.
Hice un brindis con cada uno
de los regalos que hasta hoy he recibido.
Me atoré con cosas
que no pude lograr a la perfección.
Acerqué la cuchara cargada de besos
que algún día intimé.
Lamí las cuestiones que muchas veces leí
y me enseñaron a ser un buen hombre.
Destrocé con mi cuchillo los errores
que me persiguen.
Aplané con mi gentil cuchara
el baúl antiguo que me sirvió
para disfrazarme de aquel buen hombre.
Pinché con mi tenedor una y más veces
la maldad y mis pecados
que hasta hoy conviven conmigo.
Los adornos de la mesa son ilusiones
que siempre he tenido.
El mantel, las fantasías,
las muchas que cuelgan sobre mi frente.
La loza hecha de mentiras
decorada con aciertos de sabios.
La cuchillería, de grandes pasos y caminatas,
de miradas poco transparentes.
La sopa de amargura.
Las carnes, la masas, purificadas de perdón
llegaron acompañando a dolores y penas.
El postre, la soledad
en que siempre me he cobijado.
Mi cuerpo satisfecho de bienes, de gustos.
También indigesta de objetos sin valor,
de sinsabores...
Así es la vida...