Aquel noble labriego sembró el mundo de flores
surcando aquella tierra, sembraba con amores.
Sus manos con el tiempo se vieron agrietadas
dolorosas y tristes hostilmente encalladas;
y con lodo y espinas, roídas y rasgadas,
llorando sus luceros en muchas madrugadas.
Aquel noble labriego perdió sus mocedades,
cuando fue envejeciendo, mirando falsedades.
Y viendo cómo surgen infames timadores
que con sus peroratas y con almas malvadas,
dañando van al pobre con sus bestialidades.
¡Mataron sus bondades!
Aquel noble labriego terminó entristecido,
cerril el corazón, sufriendo endurecido.