Yo y mis miserias escudadas,
en consignas de ventura,
reclamantes cual yugo
al que asirse obligado,
me he detestado por ser;
triste, carente de iniciativa;
viéndome al espejo con odio,
insultando mi fisonomía,
recitando ofensas a mi historia;
tanto que hasta me lo creí...
Me convencí del fracaso,
del error perpetuo; propenso al menos;
de solo existir para servir,
con la vergüenza de ser servido,
como si el camino tuviera un solo sentido,
ir, ir, ir, sin que vuelva nada,
ni una caricia merecida,
siquiera un espaldarazo;
la nada misma, aún teniéndolo todo.
Yo y mis miserias acumuladas;
derrota tras derrota, en la batalla diaria;
andamos juntando ganas,
de separación, ruptura;
que se queden ellas con la tristeza,
y yo adueñarme de la experiencia;
tomando como bandera el sol,
que nunca sentí mío, aún en extremo frío,
sino tuyo, de ellos, de todos;
más hoy lo tomo y proclamo:
Mi propiedad.
Yo y mis alegrías expresadas,
asomamos al nuevo día, ¡solemnes!
inflados de pecho, espina recta,
mirada al frente, de brazos alados;
a probar el sabor de vivir en paz,
con uno mismo, con los demás;
a regalarme un árbol, una nube;
a llenar de aire mis pulmones
y cantar tan fuerte como pueda,
el himno de la libertad.