Estás cansada
y vuelas lentamente,
mi mariposa.
Un largo viaje
acusas en tus alas
tan primorosas.
Pero, si quieres,
relátame tu vuelo
y lo que viste.
De aquella iglesia,
de un pueblo, abandonada,
y el campanario.
De la casona,
la plaza y la fontana
hoy olvidadas.
De aquel reloj
de sol, que da las horas,
desde el silencio.
Luego sonríe
y duerme entre mis dedos
y así descansa.
Tendrás la brisa
que llega y te refresca
con dulces besos.
Y, mientras tanto,
yo velaré tu sueño,
sin darte cuenta.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/03/21