Cada vez que ríen
se abren sus boquitas
dejando salir mariposas,
llenando con ellas de alegría
a mi alma que a veces
se enreda entre tristezas.
Me regalan aliento de vida,
dictan el ritmo de los ríos,
acompasan el cantar de las aves,
germinando con sus carcajadas
la inspiración para un poema
dedicado a mis dos pedacitos.
Y es que mirándome sonrientes,
las perlas blancas alineadas
me recuerdan a Dios,
entonces admiro y agradezco
su bendita obra maestra...
Antonio e Itzel, mis amados hijos.
Anna Gutiérrez