Existencia maravillosa ávida
las horas insistentes compasivas
penetran a borbotones en mi tez
en mi mundo centenario fantástico
donde debo escudriñar los caminos
y encontrar la aurora que trasmuta mi ser.
Debutan días de oro con quebrantos,
el crepúsculo recrudece anémico
y se une a mi pleamar melancólico,
mi alma aturdida e indefensa hierve
vaga por la ciudad corrompida
y se mueve hacia la luz de la montaña fértil.
Arrincono la extensa sombra infame,
los capullos que están por florecer
y los jardines vastos por descubrir
renovarán mi polen y mi savia,
ahí emergerán mis alas ansiosas
de perseguir la aurora dorada.
EXISTIR