Tanta arena sobre los párpados
apenas raídos, desconvocados,
azucenas partidas desde los labios
terrones de azúcar en tacitas de café
y esas sobremesas edulcoradas por
una mano siniestra.
Tengo los labios apenas consumidos
esas ofrendas de flores desvestidas
las columnas con resortes sin pureza
ni condescendencia. Observo el frío,
varían sus climas, los territorios sucesivos
donde se asienta, y en los autobuses
renegridos, me observa él a mí.
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