Es tu olvido el que hace daño
y me lleva hacia el cadalso
del pasado
y el ocaso.
Y me bebo mi naufragio
en sorbitos de ese vaso
que es amargo
como el cardo.
Como el cardo que, al contacto,
me rasguña en tus abrazos
sanguinarios
e insensatos.
Qué capricho imaginario
que es soñar con tus engaños,
con lo grato
de tus labios.
Y esos sueños que he soñado,
con tu cuerpo entre mis brazos,
de mi llanto
son su bálsamo.
Aquí estoy, tan solitario,
apurando cada trago
acostado
sobre el tálamo.
Agarrándome a ese clavo
que te traiga como antaño,
sin reparos,
a mi lado.
Y no sé si es necesario
el seguirte suplicando…,
si te llamo
¿me harás caso?