En el cristal del escaparate,
transparente y helado,
al pasar todas las mañanas,
me veo encarcelado,
mis ojos me miran, sin mediar
ni una palabra, sin diálogo.
En el agua tibia de un lago,
lancé una piedra,
y en el rizado de las ondas,
de nuevo vi mi reflejo,
como queriendo decir algo,
en la soledad de la negrura,
cautivo en el líquido espejo.
En el sueño de una noche,
oí voces, desde una aurora mágica,
a mis espaldas, su voz era la mía,
y sus historias, mis historias,
al girarse, me vi, y de repente,
se abrieron mis párpados, la luz,
te había borrado de mi memoria.
José Antonio Artés