Mareada, con la vista puesta en una piñata que revolotea en el aire y aguarda…
Apagando el sueño, a punto de descansar el sentimiento
y esta sensación meciéndome.
Y temo, temo la muerte y la destrucción de mi país,
de mis seres queridos que están lejos de mi, de los animales callejeros,
de los niños que pueden quedar más huerfanos...
Después de todo se me esta haciendo comun, despues que un septiembre
por todas partes se oliera a miedo, tolvanera a demolición y pudiese
hasta respirarse el silencio para pescar los más débiles gemidos del auxilio
y la tierra fundida en su interior virtiendo agonía se reacomodara,
mientras en la desesperación resplandeciera un gramo de esperanza
en todos los rostros que buscaban insignes palideces, pero aliento vital
en los rostros de los hallados.
Hay que arriesgar la piel si se desea conseguir algo,
ya la tierra ha quedado rasguñada, pues en ellas y en las columnas de los edificios
demolidos se encajan las garras de humanos águilas que aguzan la mirada,
de aves fénix que se renuevan en las fuerzas de la búsqueda debatiendose
entre la tristeza, soledad y angustia, seguido de las muestras de generosidad
que a todos nos han cicatrizado de una u otra forma el alma y después,
despues se repite el ciclo… la indiferencia y los sismos que vuelven
una y otra vez a separarnos y a unirnos…