Aquel jardín
tan bello con las rosas
y los jazmines.
Tenía nardos,
algunas amapolas
y otras difusas.
Ya la memoria
se obstina, y son recuerdo,
entre la niebla.
Veo las manos
pacientes que cuidaban
tanta belleza.
Quitaban hierbas
con hojas muy resecas
y caracoles.
Aquellos dedos
de tierra se manchaban
y no sufrían.
Yo adivinaba
el canto de unos labios
mientras temblaba.
Labios divinos
de dulce jardinera
para mi alma.
Y en esos labios
un beso le dejaban
las mariposas.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/03/21