Margarita García Alonso

Simplicis hominis

I

Una caja de resonancia

en medio del prado,

entre vacas mugientes,

apestosas

chorreantes de baba.

Te espero en esa dirección,

no fingas litúrgico drama.

 

II

Liber divinorum

operum simplicis hominis

 

Hildegarde descifra Código Natura,

pero no  libera

a la miniatura que dicta

descripción desordenada

de plantas y animales,

solo convence de inutilidad,

 

si al menos estuviese destinada

a un propósito, a un remedio,

si hubiese legado

cuerpo a la ciencia

 

pero qué hacer con un órgano

que ha fumado biblias,

pertenece más a la historia

del totalitarismo que al geólogo

o al traductor.

Aquí, por ejemplo,

gotea tinta negra

con la misma virtud

que fluye sangre menstrual

de Hildegarde de Bingen,

una pera de goma y una trompeta,

al presionar la pera escribo

y  sale aire,  sale, se posa en

la verde brizna del suelo

mientras la prostituta

amamanta

con leche de cordero

al bebé regordete,

lo nutre con soltura

a dos pasos de

la cabeza desprendida

de María Antonieta

 

semejante a calabaza,

fruta con grano afuera,

grano exótico

que exhuma jugo

rojísimo y hace charco

 

aún con el cuerpo caliente,

ninguna decapitada importa.

 

El corazón ha descendido

al estómago,

si el sufrimiento empeora,

dice Hildegarde,

 

introduce una esmeralda en la boca,

humedécela,

traga saliva calentada

por la piedra

traga y escupe,

alternativamente,

 

y al hacerlo contrae

y dilata el cuerpo,

 

pero no tengo esmeralda,

solo piedra verde,

musgo meado por lobos

y afuera llueve,

ninguna bestia se arriesga

a entrar en mi mente.

 

Si desobedezco,

un coágulado de sangre

destruirá mis dientes,

y la malignidad del Hombre

traspercerá mi encía.