Bien sé que aquí respiramos aire puro
y en el otro globo
el mundo es una hecatombe de humos podridos
y de verbos oscurecidos
por la epilepsia de los vientos.
La contaminación silencia mis sueños
con aires harapientos,
Ignorada, rasga el cielo con crujidas uñas
Y eleva las bacterias más allá de los cohetes
ha convencido a los árboles de su necesidad genética
llega a todo lugar,
aunque sea hija extraviada del gas mostaza.
Es la última bomba del hombre para el hombre.
El desfile de motores tan escabroso
como breas hirvientes que suspende la paz;
los problemas que traen
son mil deformidades a los pies y llantas;
una mano al timón es una polilla estresada,
una imagen vacía que salpica la vida rapada.
¿Y los humos qué emanan?
¿acaso un concurso de estampidos reproches?
No, son temas ambientalistas
botaderos a la atmósfera sin tregua.
Hace falta el olfato de árboles prehistóricos
absorbiendo un globo maligno sin nombre
hace falta tú para sintonizar el eco amoroso.
Los zapatos devorados por ahuecadas huellas
significa el latido enfermo de la ciudad
y también la probabilidad de desperdicios en tu alcoba
pero estoy mezclado a la saliva desordenada
rechazada por las piedras
y olidas por el hambre deforme de los zorros
más allá de las corbatas límpias
y a la distancia tardía y moribunda.
También, la transparencia de los plásticos
tan permitido
tan cercano
tan cotidiano
encierra el bus del tiempo y la carretilla de los sabios
para no hacer nada
hoy mis ojos huecos y vacíos
hoy mis pies cortados y triturados
pero el martillo del estrés agónico
mueve mis dedos alargando una sonrisa ahuesada.
Se desatan los impares matrimonios
de salpullidos apocalípticos,
cárceles baratas y doradas enfermedades
cuando el pico del cuervo
amontona luces bajo sus alas
las más raras
para oscurecer el mañana.
Por: José L. Condori