Rosé tu piel suavemente
y la mía despertó,
y el aroma del amor
me acarició como siempre;
besé tus labios ardientes,
se incendiaron como un sol,
y aquel impulso feroz
me encantó como una sierpe;
yo me entregué a ese deseo
que despertó mi locura
y te mostré cuán te quiero
cobijados por la luna,
y escuché entre el silencio:
-¡solamente seré tuya!...