Quiero entrar en la cueva,
quiero abrir la puerta al otro mundo
para mirar el corazón arrodillado
ante el amo oscuro de las aguas.
La dama sumisa gemía
con un verso de jarcha.
Cuerdas, cintas y dados
elevaban al cielo sus hazañas.
¡Ay qué furia de amor! ¡Qué peligro de colmillo!
¡Qué nocturno rubor! ¡Qué maravilloso filo!
¡Qué llamas del infierno iban prendiendo
los astros de la madrugada!
La dama estaba quieta
con la conciencia dormida en la garganta.
Un azote que viene de la danza
la castiga por el hambre de sus trampas.
La dama y su corrida, codo con codo
eran dos grandes águilas enlazadas.
La dama se rompía por la higuera
y su corrida se trenzaba.
Quiero entrar en la cueva,
quiero matar mis ganas a campanadas,
quiero vaciar mi corazón de hadas
para ver la sombra por el agua.