Te sorprendí
mirando, en lontananza,
sin ver el mar.
¿Dónde miraban
tus ojos, inocentes
y tan divinos?
Era a los barcos,
dijiste en una tarde
como en secreto.
Pero recuerdo
la estampa y tu figura
de aquel instante.
Eras el verso
ansiado del poema
que yo soñaba.
Letras y sueños
formaban un boceto
tras el amor.
Y conseguí
robarte la sonrisa
que me faltaba.
Vino a mis labios
en forma de suspiro
desde los tuyos.
Luego, mis ojos,
te hablaron sin palabras
y me entendiste.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/03/21