Lento caigo en la nada
de un sueño,
lento me voy muriendo
mientras consumo mi tiempo
en pensar demasiado
los versos
que salen de mi alma,
que está condenada
a un sufrimiento eterno
mientras tú no la salvas...
Lento, muy lento
me voy cayendo
en la nada de un sueño
mío obsesivo
que gira a las vueltas
por darme salido
a la fuerza de días
de golpe en un verso
que defina este idilio.
Quiero y no quiero
sentir en mí el fuego;
la caída pues que sea
a un mundo dentro nuevo siempre,
que sea como
blandamente
por una nube estar envuelto:
pura fantasía del ser que sueña
una realidad
moldeada a la imagen de su deseo.
Siento el desprecio
como de mi cuerpo se adueña,
un diente que muerde
la misma cruda uña,
la deglución que se atasca
en una oscura pugna
contra mi conciencia suicida
de mi razón que saluda
al desazón, aún la duda
antes de darlo sacado todo
a una luz ambigua
que es que inunda este globo
en el sudor de los astros
de arriba y debajo...
El corazón un desastre
al que el viento amortaja,
una bomba de lastre
cuando sientes que algo no encaja
a las tres de la madrugada pasadas
por agua
y volcanes
a la hora acorralan
en no saber uno decir lo que piensa
ante nadie
rondándole fieras de antaño.
Es un nudo en la lengua
que me mata despacio
mientras se desnuda mi ser
en la arrogancia salvaje
y eso que se escapa es un alma
hambrienta de tan solo el aire
donde dialogan los árboles
con la oscuridad reinante,
que en aumento va yendo
devorándolo todo a su paso
de estatua
por el espacio plagado de astros
deambulando a sus anchas...