Ha llovido sangre desde entonces,
desde que tu caudal inundaba mis entrañas
que tus caricias barrían mis reductos
que tus espumas hervían en mi playa.
Han caído mil lunas en mi cielo
desde que tu lengua saciaba mi barbecho
que tus palabras cantaban en mi cauce
como cascadas de luz en el silencio.
Pero el rocío se transformo en escarcha,
tus dedos cantarines en tenazas,
tu lengua degeneró en ganzúa
y tus brazos en cárceles extrañas.
Hoy te miro y ya no me emocionas,
ya no tiemblo de amor cuando me abrazas
ni se abre mi flor ante el zumbido
de tu boca apestosa y desquiciada.
Quédate eructando en otras mesas
quédate vomitando en otras camas,
revolcando tu cuerpo nauseabundo
en las sábanas sucias de tus guarras
pero a mi no me toques ni el recuerdo,
no me ensucies con tus palabras falsas
con tu sexo rastrero y moribundo
de pudrirse en sus sórdidas cloacas.
SHEMIRRAMIS