Asomada a la ventana
sin velo negro en el bosque
ni la pena en mi pecho.
Estando ya mi casa sosegada
entra fantasma en sombra confusa de la nada.
Eriza mi piel escalofrío templado en su punzada
cediendo la cordura del monte a la niebla azulada
como gato alocado persigue en la noche
a su gata encelada.
En el lecho por tu desnudez arrojada
las estrellas en otoño se sienten arropadas,
poniendo en juego tu cuerpo el aullido de los lobos
corriendo en triada.
¡Sigue tocándome caballero gentil ardiente!
La lava quema nuestros sesos
chispeando el amor su corriente
por el río demente
de mi sexo de aguas creciente.
¡Sigue besándome caballero gentil ardiente!
Tu pistola a fuego
espantando la rabia del ego
se adentra en la azucena en su riego
haciendo temblar la casta luna sin recelo.
¡Sigue adentro caballero gentil ardiente!
La calentura de la luna refleja su luz
alumbrando el escondite de nuestra fuente,
dentro del vergel donde como imparable jinete
cabalgas mi pesar hasta la muerte.