Aprendí a nadar siempre a contracorriente
y también a reírme de mi propio dolor.
Aprendí que el alma se nos vuelve ardiente
cuando está en presencia, del verdadero amor.
Aprendí que la luna ya vivía en mi espejo,
a quererme discreta y del modo en que soy.
Aprendí que los sueños no se han ido tan lejos
si sé bien el camino, del destino y del hoy.
Aprendí a esperar la respuesta del tiempo
y me siento tranquila y feliz donde estoy.
Aprendí a andar en caminos diversos,
encarar desafíos, no esperar lo que doy.
Aprendí a querer, con el corazón despierto
porque entera confianza, solo tengo en Dios.