De tu amor y mi amor ha de decirse
que el destino su ruta les cambió;
que siniestras y oscuras tempestades
nublaron su fulgor.
Contarán los que sepan nuestra historia,
que te amé con sagrada devoción;
que jamás en la vida te han amado,
igual que lo hice yo.
Cuando pasen las horas lentamente
y tu mires del cielo su arrebol;
soñarás con el tiempo que vivimos,
preñados de ilusión.
En las tardes que observes los luceros
bajo el cedro que sombra nos brindó;
has de ver el reflejos de mis ojos,
tan llenos de fervor.
Cuando escuches, quizás en las mañanas,
el susurro del viento en tu balcón;
pensarás es mi lira que te canta
aquella tu canción.
Cuando vayas al templo y te arrodilles
implorando de Dios algún favor;
has de oír en el canto de la gloria
el eco de mi voz.
¡Porque fueron tan grandes los momentos
del ensueño que trunco se quedó;
que han quedado sus rayos en el alma,
igual que eterno sol!
Autor: Aníbal Rodríguez.