Al margen del paso lento y desgarrador de más de dos siglos, y la secuencia de varias vidas, sus ojos de zafiro aún permanecen incrustados en mi memoria, como gemas preciosas de una antigua corona vencida.
Solo grietas y cicatrices han quedado del vaivén de amores inventados, que han servido para surcar el terreno, donde he ido sembrando la semillas de mi propia desolación.
Como una mano apretando espinas,
es el estigma de saber que el castigo de su ausencia aún no termina, que tampoco tendré en esta vida su guía, su luz ni su presencia.
Imágenes engalanadas de polvo danzan por mi mente, al compás de la arritmia de mi corazón eternamente consternado.
El tiempo conspirador, conmigo perdió todo su poder de olvido y su magia cicatrizante, pero confieso que el constante recuerdo de su amor, como un manantial inagotable, ha sido siempre lo mejor de cada día, en cada vida, aliviando brevemente mi espíritu marchito y desquebrajado.
Perderme en la memoria de los mil detalles de su venusta belleza, me da vida, hace arder mis sentidos, y me eleva por entre el humo remolinante de las horas incineradas.
Aferrándome frenética y apasionadamente al recuerdo de la esencia de su forma de amar, por momentos e podido hacer de éste mundo vacuo, el paraíso.
Extraño la forma de respirar de su alma y como al acercarse tiernamente a la mía, iba lentamente siendo absorbido por el halo violeta de su luz áurica, llevándome al cielo aquí en la tierra.
Recuerdo la gloria encarnada en su ligera sonrisa, al percatarse como quedaba hechizado cuando me narraba con su voz meliflua, detalles del imposible amor que por mi sentía.
Extraño su intrigante inquietud por las ciencias del pneuma, y su asombroso conocimiento acerca de las leyes que rigen la fusión entre las almas. Me enseñó que el amor de ahí nacido, es la única fuerza que trasciende y gobierna lo infinito, poseyendo un poder inherente para enriquecer la vida donde quiera vaya.
Extraño su intenso anhelo para hacer de mí una mejor persona, aún sabiendo lo difícil que eso sería.
Un error imperdonable de mi parte, la dejó sin opción, obligándola a apartarme de la magnificencia de su vida, dejándome a la deriva entre las fauces de los tres enigmas del tiempo, y en manos de la muerte en vida.