Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - La Cara en el Espejo - Parte II Final~**

Si a Rosa le encantó el regalo cuando en el trance de la verdad, le gustó mucho el detalle hacia a su persona. Cuando en ese espejo se vé el rostro de cada cual, si en el instante ella se vé como toda mujer segura, de niña a mujer, creciendo, siempre alta, y altiva por un orgullo y por una virtud, cuando en el alma la lleva muy dentro de ella sin dejar pasar de ser una niña con mucho ahínco y queriendo comerse el mundo. Cuando en el instante se vió marcando el desastre de creer en el instinto, cuando en los recelos de la vida, se dió como principio de un todo, mientras que la nada quedó como final de un sólo todo. Cuando cerca de ese instante y con el regalo comenzó a dar señales de magia y por un desierto casi inocuo, pero, misterioso y casi hechizado con el temor de ser como lo que nunca pudo ser. Y dentro del ocaso vivo se vivió el más frío de la temporada y la más fría sin un antes que dentro de un todo se da como preámbulo de una magia negra con ese espejo casi hechizado y con una magia trascendental, que dentro de la forma en que se da como el primer ocaso en que se vió una ilusión de mirar su rostro en ese espejo, en el cual, se miró y se observó como era ella en realidad como toda mujer dentro del instinto y del amor hacia el mismo coraje de ser y de creer en el embate de ver la vida como era y no como ella quería ver. Cuando en el trance de la verdad y de lo más perfecto de un todo, se vió atormentada y tan herida por la vida con aquel dolor en el alma que la dejó dolorida, herida y sin Dios, como si fuera una desilusión o una gran decepción. Cuando en el deseo fue como lo más funesto y aciago de un todo, como si fuera un mal desenlace o un mal trance el regalo de Hor hacia Rosa. Y Rosa lo colocó de frente al recibidor y cada vez que se mira en el espejo, mira la cara en el espejo a Hor. Cuando a la verdad de un sólo todo se ofreció como la misma resiliencia en saber que su mundo no cambió en nada. Porque en el silencio se dió como el mismo tormento, cuando en el imperfecto instante fue como el haber sido como un silencio automatizando la espera y tan inesperada de saber que dentro de su alma lleva una rosa, la que callada le da olor y aroma. Cuando en el imperfecto momento se electrizó la forma de saber que su mundo no había cambiado en nada, sino que el deseo se volcó en un sólo trance con la mentira que vive Rosa. Y la rosa entre sus cabellos cayó al vacío como queriendo saber que su mundo y su esfuerzo automatizó la gran espera y tan inesperada de formar parte de un sólo deseo en amar a Hor. Cuando Hor la vé así, y le regaló el espejo y yá la cara de Rosa en el espejo no la vé Hor. Cuando en el alma de Hor se da como el aire se electriza como el redentor de un pueblo egipcio en que sólo es héroe como el mismo amor que le tiene el pueblo a Hor. Cuando en el trance de la verdad como el mismo imperio natural de creer en los cabellos rubios de Rosa y entre sus ojazos azules ver a través del espejo su situación de amor, abstractamente real, como aquella rosa que llevaba y que ahora no la tenía porque Hor yá no se mira en el espejo casi roto. 

Y el amor comenzó en realidad, cuando en el camino de la pura sensación se dió lo más perfecto de creer en el alma a escondidas de la eterna razón. Cuando en el deseo de Hor se identificó como el mismo desastre de creer en el alma a ciegas como una verdad en que el tiempo, y el ocaso frío había llegado el invierno y tan frío como es álgido el propio viento. Para saber que su esencia y su presencia se siente como un sólo rumbo y un sólo desastre de creer que su alma se halla en el espejo, desde que el ocaso frío se sintió como el mismo trance a la verdad. Cuando en el combate de dar y de creer en el momento sentía Rosa como el mismo mal común, de dar con el mal instante en que ella sentía como el deseo de creer en el universo dando estrellas y luz a ese espejo lleno de eterna magia. Si en el recibidor de su hogar cada vez que se mira en el espejo, se siente como el mismo paisaje de dar con el secreto de creer que el espejo tenía a Hor y sólo con la magia de un sólo espejo observando la cara de su amor en vez de la cara de ella. Cuando en un instante sintió Rosa como el mismo imperfecto dolor en su alma fría y devastada por ese invierno frío, cuando en el alma creyó en una belleza al instante, cuando decidió ver en el espejo a su eterno amor, sí a Hor. Cuando en el instante se electrizó la fuerza y la eterna voluntad de dar con el secreto a viva voz, de que el espejo da una señal de magia negra cuando le responde cuando Rosa se mira en el espejo y era Hor y no era supuestamente ella. Si en el alma se llenó de luz y de iras superficiales y trascendentales como perpetrar una osadía en ese espejo lleno de magia negra. Cuando tanto Rosa como Hor se citan para amarse, pues, su amor iba viento en popa. Cuando en el alma y en su bondad y en su virtud de mujer y de hombre oneroso se debe a que el amor era ardientemente y vehementemente pasional y muy bueno. Cuando Rosa siente que en ese regalo en el del espejo mágico corría entre lo más hermoso del amor y fue mirar la cara en el espejo de su eterno amado. Si ésta historia de amor fue la mejor de todas las historias, cuando en la alborada se fue como principio de un todo y por un mal de una magia que le llegó aliviar el dolor en el alma a Rosa, pero, no del todo, sino que ese dolor era y fue la magia negra en esa crueldad de mirarse cada uno en el espejo viendo la cara de su eterno amor. Cuando en ese amor quedó para la historia, pues, en el embate de creer en la superficialidad y en la superstición, sólo se debe a que el reflejo de cada quién era adverso y en viceversa. Quedaron ambos entre el reflejo y el alma, entre el corazón y el amor, cuando en la alborada se siente como una cosa extraña, pero, no tan lejana de ser tan verdadera como el amor puro, impoluto e inocuo. Si en el trance de la verdad, se debe a que el sol se siente como el mismo amor, cuando en el alma de Rosa tiene muy escondido ese dolor tan cruel, devastador y que a consecuencia de ello, el dolor por la pócima que le llega a aliviar ese dolor hizo otro hechizo, el cual no, nunca se podrá venerar su esencia ni su pureza ni sentir su adverso sentido en hacer y crear como un antídoto a ese hechizo. Si en el trance de la verdad se automatizó la espera y tan insoportable de creer en el momento en que se guarda la mala entraña de saber que en el percance se debe a que el delirio es tan frío como el mismo invierno que pasa por el pueblito egipcio. Cuando en el desenlace se aferró el combate de creer en el único como percance de dar con el hechizo y ellos, tanto Rosa como Hor, tan hechizados como la misma verdad. Si en el deseo de amar quedaron impregnados en esa habitación llena de sábanas blancas curtidas por el sol de un invierno frío. 

Y se terminó el invierno con la llegada de la primavera, cuando nacen las flores y el cielo se siente como el mismo evento de nacer y renacer de las más bellas flores en abril. Y tanto Rosa como Hor amándose tanto y por tanto, cuando en el combate de creer en el amor y la pasión se siente como aquella esencia en que se perfila el amor natural y tan connatural, que por aquella vez en el verano aquel se miran ojo con ojo y sonrisa con sonrisa. Cuando se enamoran perdidamente, y eléctricamente se vió el amor a flor de piel y a primera vista. Cuando ella se mira en el espejo en su hogar, sólo sintió un amor hechizado, y completamente enamorada de la verdad de su propio corazón, y de su máximo coraje, cuando en el suburbio de la verdad, se aferró más en petrificar el coraje de creer en el amor a toda costa. Cuando en el alma se aferró y se horrorizó, pues, en el alma y con el dolor a toda costa se aferró el alma sin la luz que de ella emana en verdad. Cuando en el desastre de creer se siente un poco de calor abrigando el cuerpo con flores renacientes de la temporada y del equinoccio de la primavera a costa del calor que de ella da. Cuando en la primavera llegó y con ella la pasión del amor entre Rosa y Hor, pues, su amor viene en demostrar que el sol y las flores acarician la razón, el olor y el complemento en querer amar más. Cuando en el deseo de amar y de amarrar el deseo en cada cual, se identifica en el deseo y en la ambigüa decepción de creer en la calma de amar sin consecuencias ni con un devastado amor. Cuando en el alma se siente como el ir y venir lejos como el ritmo de la vida, o como el deseo de entregar el reflejo de esa cara en el espejo. Si en el embate de dar contra la fiebre esa primavera de abril quedó como la gran sorpresa de dar en contra del dolor a cuestas de la pureza natural, de creer en la verdad de que se aman a sol y a sombra y muy perdidamente. Cuando en el camino del hechizo fue más y más, y se siente como la eternidad de saber que era como la gran insuficiente espera y tan inesperada como el desenlace fuerte como una mala situación, en que el reflejo de cada quién se vé como el reflejo del sol en el suelo, pero, ellos en el espejo y viceversamente. 

Cuando el amor quedó como el instante en que se volcó una sola transición en que el sol, regresó con la primavera. Si en el alma quedó como un desnudo tiempo, cuando al amor le llegó el gélido hielo con que se desviste la rosa llena de pétalos cuando marchita. Si en el trance de la verdad, se vió en que lo imperfecto quedó como el ir y venir lejos de aquella mala sensación y con ese dolor en el alma, cuando en el mal deseo se vió aferrada Rosa y sin llena de bondades y virtudes, cuando se aterró en la verdad de que el desastre se vió horrorizada entre el amor de ambos como el mismo desamor que les llegó a los dos. Y el amor se volvió frío y tan gélido y tan real como el mismo hielo y tan frío como la triste desolación. Cuando en el desperfecto y por el mero hecho de creer en el desierto mágico de ver en el sol un calor extremo y con mucho calor cuando llegó la primavera. Cuando en un instante se dió el mismo tiempo y tan frío como la misma desolación y tan fría como el ir y venir y tan lejos como el mismo pasaje de ida y sin boleto de regreso. Cuando en el combate de creer en el desamor quedó como el gélido y tan devastador como el mismo amor, pero, viceversamente en un sólo y frío desamor. Si entre sus almas sólo quedó una llamada, y un sólo frío desolador, cuando ocurrió el sólo intento de creer en el suburbio automatizado de una sola espera de esperar por lo inesperado. Cuando ocurrió el sólo calor, cuando en el trance de la verdad, cuando en el embate de la verdad se dió como la misma fuerza y la misma fortaleza en franqueza. Cuando en la verdad se dió como el mismo desastre de creer en la misma fuerza y en la misma capacidad de creer en el amor a toda costa sin pesares de la vida y sin destino alguno. Cuando se entristeció un suburbio automatizado de la gran espera y tan inesperada en saber que su amor le llegó el invierno frío, porque cuando en el alma y en el frío se llenó y por tanto frío el desamor le llegó a Rosa y a Hor. Si en el alma se identificó como tormento frío desencadenando lo que más ocurre dentro del ocaso frío cuando llegó la primavera a ese amor que por profundo quedó como el mar en un perdido amor que llegó en un triste desamor. Y se fue el amor por donde llegó en el corazón, cuando en el olvido de aquel amor quedó impregnado en aquel entonces desde que el amor quedó en el tiempo y más en el ocaso vivo de creer que el desamor había llegado en la vida de Rosa y Hor. Cuando en el ocaso frío se intensificó más en el alma dejando un gélido viento en el pueblito egipcio por donde se aferró el amor y en cada paso el deseo de envenenar el alma de amor, pero, todo se enfrió como el hielo si era una relación hechizada por una pócima y un brebaje para el dolor del alma de Rosa. Cuando en el sol se electrizó aquella primavera, en la cual, se vió aterrada la forma de creer en el alma fría y como en el ocaso frío un desierto frío como que en el sentido se duerme con la fría sensación de no volver a amar más sino con un gélido desamor. 

Si el espejo hechizado se hechizó más como el tormento frío, cuando en el trance de la verdad la magia se volvió como el mismo pasaje de la verdad. Cuando el hechizo se enfrió el tormento cuando a la verdad el espejo se vió como dentro del ocaso un frío eterno cuando en el espejo casi roto volvió a Hor. Cuando en el embate de la verdad se vió Hor aterrado y aferrado a la mala esencia y por una mala presencia, en que se guarda el temor en el alma  solas cuando en el trance de la verdad se vió impregnado y tan lleno como el espejo hechizado de Rosa viendo a la cara de Hor. Y regresó al atrio, sí a la verdad de que sí. Porque cuando Hor llegó al atrio por encomiendas de la verdad y porque la situación era como el mismo hechizo marcando el trance de la verdad, como el mismo espejo casi roto en el ocaso frío, cuando en el ocaso frío se vió el espejo regresar al atrio por donde Hor lo observa y se dice para sí, -“no puede ser el espejo aquí…”-, y lo mira y lo observa de que estaba allí como algo sobrenatural en que la espera y tan inesperada logró sorprender a Hor. Y no quiso mirar su cara en el espejo, porque desde su interior sabe que el ocaso vivo muero con la noche fría y sin saber que el instante se fue por donde se cuece el dolor y se llena de fuegos incandescentes. Cuando en el alma se mira en su alma, y se sabe que el frío se da como el suave hielo se desliza en la vida con el calor del alma, y por saber que el destino es frío, pero, con la primavera se desliza el hielo sí como en la misma piel de dos amantes. Cuando en el trance de la verdad se sintió como lo suave del propio destino, cuando en el ocaso se vió a la noche fría y con ella desde el atrio al espejo con la cara de Rosa al mirarse Hor en el espejo dejando la cara en el espejo. Cuando en el alma se electrizó la forma de ver y de tener el espejo en el alma al mirar y observar a su cara en el espejo, cuando en el alma se dió con la misma fuerza el frío destino ver y volver a amar con hechizos a la cara en el espejo a Rosa. Si en el destino se cuece de tormento y de fríos nuevos, cuando entre su alma y su destino se aferró al frío inerte, herido y sin el mismo rencor u odio de un hielo frío en el alma, como se destruye el alma en un santiamén. Cuando en el alma de Hor se aferró como el trance de la verdad con que se siente como el mismo instante en que sólo el deseo se vió aterrado en el alma fría y con un sólo desastre en el camino. Y vió el espejo allí, tirado, desolado y tan vil como tan trascendental y cuando se mira en el espejo vé a su rostro y sin yá amor como el frío inerte de aquel invierno en que amó con locura y ardientemente a Rosa. Cuando en el suburbio de la razón se perdió como el mismo trance de la verdad, con que se siente como el deseo y como el frío en el alma muerta. Y desamó a Rosa, cuando en el alma fría sintió como el suave murmullo de no volver a amar a Rosa. ¿Y el hechizo qué?, y como un tormento frío se sintió como el deseo muerto y con el sentido adverso quedó Rosa y Hor sin más amor. Y Hor el egipcio y héroe del mismo instante como se amó como nunca y quiso como nunca volver amar, pero, ¿sin un hechizo?, o como el nuevo evento en su vida o como el destino frío o como el mismo desastre de querer amarrar la vida y el trance de la misma verdad y el rostro volver a tener y volver a ver entre aquel espejo por donde se amó intensamente a Rosa, a su verdadero amor. Porque cuando en el percance de la verdad, se aferró Hor al destino y más a la verdad de que sería como el mismo espejo, pero, sin Rosa y sin la rosa entre sus cabellos rubios y esos ojazos azules, no era lo mismo. Y logró retomar el espejo entre sus manos, y lo tomó y se miró en el espejo y, ¿a quién vió?, a Hor y no a Rosa con su rosa entre sus cabellos. Y no la admiró ni la amó más, cuando, de repente, se vió Hor horrorizado y tan tenue como el mismo instante en que se vió como el tormento frío. Y pasó el verano y otro otoño, y cuando llegó el invierno, ¡ay, del invierno!, y quiso amar a Rosa, cuando en el trance de la verdad se vió como el mismo instante en que se ofreció el amor y en cada palabra del aquel espejo un amor y tan verdadero como la forma de creer en el alma a cuestas de la razón. Cuando sí, se adelantó, fríamente, en ser como el embate nuevo en cada promesa de la vida misma, cuando en el invierno regresó la promesa del hechizo en amar a Rosa. 

Y después de tanto tiempo en que Hor no pisa el atrio, volvió Hor al atrio y regresó por el espejo, cuando, de pronto, lo toma entre sus manos y vuelve y mira la cara en el espejo de Rosa. Cuando en el instante se da como la más impoluta verdad de que será enamorado por siempre y más que eso hechizado como el mismo instante en que se siente como el mismo desenlace de querer amar a Rosa. Cuando en el desenlace del invierno y el frío, el espejo y más que eso el amor verdadero, se mira en el espejo del atrio y vuelve y mira la cara en el espejo a Rosa, a su eterno amor. Y Rosa en su hogar vuelve y se mira en el espejo y vuelve el hechizo de amor entre Hor y Rosa. Y vuelve a renacer el amor entre ambos, con la cara en el espejo viceversamente. 




FIN