Arde el furor humano, de la mano,
de recalcitrante temor al político
que sin reparar de sus errores
quema la confianza, desde el Paleolítico.
Pero, ¿porque razón no se quema?, el político
en su conciencia profana de Megalítico
cuando se sojuzga su nefasta actuación
llevando su mundo, directo a la perdición.
El político es invento necrófago
de un ancestro consejo de ancianos,
que al menos eran profanos
en llenarse sus osadas manos.
Roban con su honorabilidad aforada
aunque malversación sea probada,
pues, favores tapan la campanada
con beneficiosa indulgencia, nunca soñada.