No entiendo a qué tanto amor,
derrochado entre letras y copas de vino,
entre amuletos de la mala suerte, y golpes
en los intestinos; si, después de todo,
nos mutilamos los genitales, y abarcamos
el odio con una sabia muleta, y practicamos
las incisiones precisas para dejar sin descendencia
a una niña, no lo entiendo. Cuando
me dictan en la pizarra que escriba al amor,
un orden consuetudinaria, me dice
la conciencia que el orbe está ensangrentado
y que las narices ya copulan entre ellas.
Y es que no entiendo el amor, con tanto odio
circulando-.
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