El otro yo sale del ático en las mañanas raras como ésta, va golpeando la puerta y grita mis errores, mis fracasos y mis penas.
Yo lo escucho llorar también, de arrepentimiento, de dolor.Todo para luego desesperarse en su amargura y pasarme por debajo de la puerta, imágenes inexorables que he vuelto a recordar con tristeza y soltura.
El monstruo está ahí, balbuceando mis secretos entre alaridos y solo se me ocurre entre silencios amarlo, salvo que el recelo que le tengo, me dice: \'Algo anda mal\'; que no me conviene abrirle la puerta para dejarlo pasar