Hay un sueño en mi destino
que no se puede incumplir,
y aunque me cueste morir
debo seguir su camino.
Lo imagino sempiterno
y duro de superar,
mas no lo podré evitar
porque su sino es eterno.
Ninguno de él es el dueño
ni se puede gobernar,
tan solo queda aguardar
que llegue ese eterno sueño.
Dios lo ha puesto en toda senda
de esta vida transitoria
y no tiene escapatoria
ni nadie que lo detenga.
Jorge Horacio Richino
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