Te veo partir de París
Dejando en llamas la llamada de nuestro vuelo con el duelo sabor a anís.
Un halcón ebrio se posa sobre las rocas
Talladas de tentación y admiración de devotas viudas con mucho verde en el corazón
Locas y despechadas, salvadlas y amadlas,
Compadecete de sus almas
Comprende su suerte echada
Si el misterio de su duelo es un paraíso costero de cocoteros y morenos con mostacho bailando ritmos caribeños
Bailando con trompetas tras bambalinas trazan sambas y siluetas de andinas concubinas, indignas pero fidedignas
Dispersan pecado bajo sus ajuares, a mares empapados de culpa por fortunas hechas con males
Humo y labiales filtrados con medias elegantes y sedanes que sedan el sendero de sus pesares con un final al horizonte lleno de espectaculares.